Lloyd Cole, afincado en Massachusetts, confirma su recuperación artística con Broken Record, disco que añade tintes conuntry a su folk-rock y con el que vuelve al formato de banda. “Prefiero las canciones de significación maleable, nada de didactismos”

No es que me quedara mucha dignidad”, canta Lloyd Cole (Buxton, 1961) en el primer verso de su nuevo álbum, Broken Record. Aunque su discurso y sus maneras de gentleman, sentado en la cafetería de un hotel madrileño, transmiten todo lo contrario. El hombre que arrancó fulgurante a mediados de los ochenta, al frente de Lloyd Cole and the Commotions, lleva dos décadas de carrera solista, primero bacheada y finalmente de culto, afincado en Estados Unidos. Y ahora vuelve a grabar con banda, después de tres notables trabajos sin apenas ayuda, Plastic wood (2001), Music in a foreign language (2003) y Antidepressant (2006). “Durante seis años he sido feliz viajando como una especie de trovador folk, pero lo que al principio suponía un desafío, al no estar muy ducho con la guitarra, se convirtió en algo demasiado profesional y rutinario, sobrado de confianza: necesitaba otro camino. Y además, dos o tres de las nuevas canciones no parecían funcionar sin un grupo”. Las últimas giras ya auguraban la extensión del formato: Cole incorporó a los guitarristas Matt Cullen y Mark Schwaber para formar un trío acústico, The Small Ensemble. Y ambos aparecen en el combo con el que ha registrado Broken Record. “De gira, mientras te apañes con un coche o una furgoneta, todo va bien; los problemas comienzan cuando necesitas un autobús”. Los músicos del álbum representan etapas de la trayectoria del británico. Entre ellos, un batería estelar, Fred Maher, acompañante en sus primeros tiempos en solitario, y el teclista Blair Cowan, uno de sus lugartenientes en los añorados The Commotions. ¿Añorados? Al menos se reunieron para varios conciertos en 2004. “Sólo por un mes, tres semanas de ensayos y otra de actuaciones. Las dos primeras, geniales; en la tercera y en la cuarta recordé por qué no quise seguir con el grupo”. Cole rebobina: “Para nuestro disco de estreno -Rattlesnakes, 1984- yo tenía una idea muy específica que todos aceptaron. Luego les animé a participar más. Y ese espíritu democrático hizo que todo fuera a peor: cada semana una pelea… Ninguna, en cambio, en dos años y medio con The Negatives, la banda con la que publiqué un álbum en 2000: sólo la aparqué por motivos económicos”. El bajista de aquella formación, Dave Derby, coproduce junto a Cole Broken Record, un trabajo de imprevistos sabores country. “La gente habla de ello más de lo que yo esperaba. Es cierto que mi forma de componer en un par de temas se acerca más al country que al folk o el rock, y que la guitarra y la pedal steel, también algún coro, en algún instante pueden hacer referencia al estilo de Nashville, pero son detalles mínimos que añaden humor”. La ironía no representa un elemento despreciable en la obra de Cole, aunque se obvie. Sin ir más lejos, en uno de los cortes se mofa de un prototipo: “Los artistas que necesitan ser creativos todo el tiempo, algo insano. Si para escribir debes irte a una cabaña en el bosque, quizá no valga la pena”. Y se lanza, a vueltas con el humor: “Los jóvenes nunca esperan que el arte serio lo tenga, una buena razón para no cantar para ellos. Casi todos los cuadros de Picasso lo tienen. ¿Quién quiere contemplar El grito de Munch? Yo no. Y a Joy Division los adoraba a los 18, ¿pero quién los escucha con más de 30? Puedo disfrutarlos por nostalgia, pero si me fijo en las letras

“Durante seis años he sido feliz viajando como una especie de trovador ‘folk’, pero necesitaba otro camino”

… Sólo conectan con psiquis sin sentido del humor”.

Un lustro después de la oscuridad de Joy Division, el fulgor de Rattlesnakes asomó a la fama a Lloyd Cole and the Commotions. “Me convertí en una estrella en Suecia, Francia y Portugal, y nos frustraba no ser tan populares, por ejemplo, en Alemania. Ahora soy muy feliz si soy popular en cualquier sitio”. La presión de las multinacionales por repetir dicho éxito no importaba demasiado, “porque entonces yo contaba con gran energía para intentar ser famoso”, rememora. Peor fueron las ventas de sus primeros trabajos sin The Commotions y un periodo negro final, que le abocó a la independencia: “Abarcó el tercer disco en solitario y el cuarto, pese a que un single, Like lovers do, subiera en las listas”. Turno para el retrovisor: “El sistema no es bueno. Si quieres celebridad, resulta preferible cantar temas de otros, trabajar con compositores profesionales. Se considera superior al que escribe sus canciones: una estupidez. Elvis Presley cantaba mucho mejor que Elvis Costello: yo prefiero escucharle a él, aunque nunca haya escrito nada”.

Cole se ha planteado componer por cuenta ajena. “Para Kris Kristofferson, por ejemplo, a raíz de participar en un álbum de tributo a su obra. Me escribió una carta de agradecimiento muy gentil. Aunque me planteo ir a Nashville a ver si le coloco a Vince Gill -multipremiado músico country- un par de temas que no pegan en mis discos y, de paso, como es un gran golfista, juego con él”. Sí, estamos ante un fanático del golf, alguien fuera de tópicos rockeros: feliz matrimonio con dos hijos y residencia en un pueblo de Massachusetts. “Nos mudamos allí tras 11 años en Nueva York, porque con los niños no tenía sentido seguir en la ciudad, aunque nos queda cerca en coche. Donde vivo deben pensar que soy rico, pese a que para nada gano lo de antaño”.

El morlaco financiero que implicaba Broken Record se salvó con su venta en la Red, previa a la existencia del álbum. “Me animó ver lo que había recaudado para hacer su último disco Jill Sobule, mi compañera en The Negatives. Donaciones de sus fans, sin preventa, con regalos en función de las cantidades. Yo no me atrevo a tanto, pese a que tengo un grupo sólido de seguidores: algunos incluso me ayudan con el merchandising en mis conciertos”. A esos voluntarios Cole los ha bautizado como The Young Idealists, quizá pensando en sus tiempos juveniles. Los de la memorable Are you ready to be heartbroken?, uno de sus himnos, que ha revivido recientemente en forma de respuesta por parte de Camera Obscura, banda escocesa que lidera Tracyanne Campbell. Suya es Lloyd, I’m ready to be heartbroken, una delicia en la que se proclama lista para que le rompan el corazón. “Creo que cuando actúe en Las Vegas, será la música con la que salga al escenario”, bromea Cole, aún halagado por el homenaje de una de las luminarias de la escena indie británica. Y de pronto se le tuerce el ánimo: “No miro mucho la escena de Reino Unido, porque me deprime. Me cuesta mencionar una banda que me guste en los últimos diez años, salvo The Last Shadow Puppets, el otro grupo del chico de los Arctic Monkeys. Estoy bien en América. Si siguiera viviendo en Reino Unido, llevaría más de 15 años retirado: sólo les importa el nuevo single, no el conjunto de tu carrera”. Del ámbito neoyorquino, sí destaca Cole una obra con rapidez: “Real life, de Joan As Police Woman, entre mis favoritas de estos años”. La susodicha, alias de Joan Wasser, canta y toca violín, guitarra y piano en Broken Record. El álbum contiene otro corte, If I were a song, en el que su autor se plantea el efecto de las canciones. “Deben ser elásticas y maleables, que signifiquen cosas diversas según quien las escuche y en qué circunstancias. Lo peor es el didactismo”. Cole baraja registrar una continuación de Plastic wood, su trabajo experimental con sintetizadores y sin textos, que tanto sorprendió hace una década. Otra vuelta de tuerca contra el sambenito literario, y en pro de su reverso tecnológico: “He creado dos veces mi propia web, siempre se me dieron bien las matemáticas. Y estudié literatura porque me guié por mi curiosidad, no por mi talento. Me atraían más las personas que los agujeros negros”. Aun así, las comparaciones del primer Cole con el Dylan eléctrico fueron inevitables (“cada vez me gusta más su etapa folk”). Y la verbosidad de Perfect skin, el tema más conocido, no lo refutaba. “Todavía lo canto orgulloso, era nuestro manifiesto, pero ahora más despacio, con tanta palabra me arriesgo a quedarme sin aire”.

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Publication: Babelia, El País

Publication date: 06/11/10